Los Cansino en Málaga
Fuente: https://core.ac.uk/download/pdf/62909602.pdf
Por Málaga transitaron algunos de estos judíos eminentes, como Jacob Cansino, perteneciente a uno de los linajes mosaicos más brillantes que trabajó para la monarquía española desde Orán. En efecto, en los siglos XVI y XVII veremos a diferentes miembros de esta familia ejerciendo de intérpretes –oficio que monopolizaron–, actuando de informadores secretos de los reyes, combatiendo en las milicias hispanas, abasteciendo de granos a los ejércitos y las plazas norteafricanas, o controlando las rentas reales que se cobraban en la zona133. Concretamente, la figura de Jacob sobresale con lustre propio por haber intervenido en muchos de estos quehaceres, pero también por su estrecho trato con Olivares, cuya camaradería sin duda hubo de abrirle puertas. Esa primacía le procuró notable prestigio y ascendiente entre los suyos, ostentando, de hecho, un papel de liderazgo sobre la comunidad judía oranesa mediante el título de xeque de la judería con el que fue distinguido134. Sobre sus viajes a España, sabemos por noticias dispersas que visitó el país en, al menos, tres o cuatro ocasiones. La primera de ellas tuvo lugar hacia 1623, cuando, en virtud de su colaboración con los servicios de inteligencia de Su Majestad, se le concedió permiso para acudir a la corte y comunicar ciertos asuntos confidenciales y de interés con el Consejo de Estado. No obstante, aprovechó asimismo su estadía para efectuar diversos contratos comerciales, pues las fuentes lo sitúan en 1625 en la tienda que el portugués Domingo Gómez poseía en la calle Mayor de Madrid, donde vendía plumajes y penachos. Según se desprende de la testificación de Luis de Acosta, cordonero de seda y preso por judaizar, Domingo Gómez le presentó entonces a Jacob Cansino, que había entrado en el establecimiento ataviado con hábito de judío africano, el ganephe característico135. Por lo demás, aquella tienda era frecuentada por judeoconversos lusitanos, mas no faltaron entre sus asiduos los hebreos de Orán, como los Zaportas, otra casa familiar de renombre que luego comentaremos136. Casi un decenio después, en marzo de 1634, el marqués de Flores de Ávila, consejero de Guerra y capitán general de Orán y Mazalquivir, acatando una cédula regia de julio de 1633, dispensó una segunda licencia a Jacob Cansino para que embarcara rumbo a España y se dirigiera a la corte para «cosas» tocantes al servicio del rey. El documento, además, extendía la inmunidad a un criado de Jacob, igualmente judío, a fin de que lo acompañara en sus cometidos137. Poco conocemos acerca de la duración de esta nueva estancia. Sin embargo, hay referencias que nos hablan de la presencia de Cansino entre los años 1636-1637, aunque ignoramos si se trataba de otro periplo o de una prolongación del de 1633-1634138. Yosef Hayin Yersushalmi relata cómo, en 1636, marchó a Madrid por motivo de la pugna que mantenía con Yaho Zaportas desde 1633,en razón del cargo de intérprete de lengua arábiga en Orán, que ambos se disputaban139. Desde la primera mitad del siglo XVI, la casa de los Cansino prácticamente había acaparado dicho empleo, pero en 1633, a raíz del fallecimiento del traductor en funciones, Aron Cansino –hermano de Jacob–, logró acceder al puesto el mencionado Yaho Zaportas, gracias a su riqueza y al patrocinio del gobernador oranés. Lógicamente, los Cansino no estaban dispuestos a consentir la pérdida de sus preeminencias, más aún porque Yaho consiguió por esas fechas el título de xeque, desencadenándose así una reñida lucha que se dilataría durante las décadas de los treinta y los cuarenta140. Por otras reseñas nos consta que en 1637 Jacob Cansino volvió a coincidir con Luis de Acosta, quien lo describe como protegido del Conde Duque. Cuenta el cordonero que Cansino no solo se codeaba impunemente con sospechosos en la fe bajo la mirada anuente del Santo Oficio, sino que también intentó sonsacarle información estratégica e, incluso, persuadirle para que, a cambio de una tentadora compensación, denunciara a otro correligionario, el influyente y poderoso Manuel Cortizos, que en aquel momento iniciaba su fulgurante carrera141. La tercera visita de Cansino a España se produjo en 1646. A comienzos del año, por el mes de enero, la galera que lo transportaba desde Orán arribó a Málaga, tras una breve escala en Almería, donde desembarcaron algunos miembros del pasaje –Diego Gómez de Sandoval y sus criados– que se dirigían a Almadén142. Ya en la urbe malagueña, el comisario inquisitorial conminó a Jacob y al sirviente que lo acompañaba para que comparecieran ante él y exhibieran los salvoconductos preceptivos que garantizaran su tránsito por el país. Recordemos que, por su condición de fieles 139 YERUSHALMI, Y. H., De la corte española al gueto italiano. Marranismo y judaísmo en la España del XVII. El caso Isaac Cardoso, Turner, Madrid, 1989, págs. 96 y 284. 140 PULIDO SERRANO, J. I., op. cit., pág. 207. Jacob llegó a la corte en 1636 reclamando el puesto por derecho hereditario. Dos años más tarde, en el exordio de su edición de Extremos y grandezas de Constantinopla –obra compuesta por el rabí Moisés Almosnino– introducía una orden de Felipe IV instando a que se le beneficiara con ese oficio. Cfr. YERUSHALMI, Y. H., supra, pág. 284. En buena medida, el surgimiento y la extinción de la comunidad judía de Orán dependió del oficio de intérprete. Vid. DÍAZ ESTEBAN, F., «Una vacante de intérprete de lengua arábiga en Orán y dos versiones de los sucesos a que dio lugar en 1669», Anaquel de Estudios Árabes, 11, 2000, págs. 257-275. 141 Esta malevolencia por parte del célebre intérprete ha de insertarse en un contexto de rivalidades y suspicacias políticas, que inducía a la maquinación de complots e intrigas. CARO BAROJA, J., op. cit., vol. II, pág. 123. 142 AHN, Inquisición, leg. 2631, n.º 61. Cartas de 4 y 24/2/1646. mosaicos, que no cristianos, la Inquisición carecía de jurisdicción sobre ellos; es más, los permisos los emitían otras autoridades sin su conocimiento, si bien el monarca confirió a los inquisidores la responsabilidad de pedir a los judíos visitantes las licencias de residencia para supervisar que no hubiera anomalías143. Atendiendo a que los despachos que entonces mostró Jacob lo facultaban para venir a España sin limitación de tiempo, sumado a la buena fama que tanto él como sus antepasados se habían labrado trabajando eficientemente para la Corona, el comisario de Málaga, don Martín Ascanio de Ugarte, le dejó ir a su encuentro con el rey. Ugarte quiso resolver el asunto con urgencia, porque, además, Cansino había insistido en la conveniencia de actuar diligentemente por tratarse de una cuestión al servicio de Su Majestad. No por esta favorable predisposición, sin embargo, olvidó el comisario sus obligaciones como guardián de la ortodoxia y, en este sentido, advirtió a Cansino que ni él ni su criado «hablasen con nadie en materias de religion» mientras permanecieran en suelo hispano, so pena de ser castigados144. Sobre los encargos y quehaceres de Cansino en este nuevo viaje, apenas disponemos de datos al respecto y, consiguientemente, no podemos determinar en qué consistieron. No obstante, al margen de las diversas misiones regias que seguro tuvo que cumplir, otros temas de carácter más personal debieron motivar asimismo su llegada, pues a menudo estos judíos dedicaban también sus estancias oficiales a emprender negocios privados, solventar sus conflictos particulares…, como pudo ser, en el caso de Jacob Cansino, el pleito con los Zaportas por el empleo de intérprete145. De cualquier modo, Jacob comprobó en esta ocasión que en la corte se respiraba un aire muy distinto al de épocas anteriores: la desaparición de la escena política de quien había sido su principal protector, el malparado conde duque de Olivares, junto con un claro recrudecimiento en la represión del criptojudaísmo –resultado, en parte, de la caída del benefactor valido–, marcaron el signo del enrarecido ambiente de mediados de los cuarenta, que Cansino padecería en primera persona. Para empezar, poco después de su entrada en Madrid, el inquisidor general le prohibió abandonar su casa bajo multa de quinientos ducados, restricción que Jacob rechazó ante el monarca, alegando que de quedarse recluido en su domicilio, difícilmente satisfaría las demandas regias ni asistiría los demás despachos por los que se había desplazado hasta España. Secundado por el Consejo de Estado, Felipe IV lo autorizó finalmente a que atendiera con libertad sus compromisos, aunque apenas sirvió el amparo real, ya que, trancurridos ocho meses, el intérprete oranés era detenido por la Inquisición. Se le acusó de entablar relaciones excesivamente estrechas con los cristãos novos portugueses, de donde derivaban, a juicio de los defensores de la fe, «inconvenientes grandes»146. Dado que como judíos estaban exentos de la potestad inquisitorial y que, por esto, no podían ser sometidos a un proceso al uso, la Suprema decretó la expulsión inmediata de Jacob Cansino y su criado, Atan Aliatar, a los que se concedió un término de veinte días para presentarse en la sede del Tribunal de Granada. Desde allí habían de marchar hacia Málaga, en cuyo puerto los esperaba un bergantín que los llevaría de vuelta a Orán. La orden de salida del país databa del 11 de agosto, lo que significaba que a últimos del mes expiraba el plazo. Sin embargo, a los treinta y un días de la resolución, el 11 de septiembre, los inquisidores granadinos notificaban al Consejo la incomparecencia de los dos hombres, de quienes, de hecho, no se tuvieron noticias hasta finales de octubre147. Fue en la audiencia de la mañana del día 31 cuando Jacob Cansino apareció, por fin, en las dependencias inquisitoriales, pero lo hizo solo, sin la compañía de Atan Aliatar. Según explicó entonces el propio Jacob, su tardanza se había debido a un segundo arresto que había sufrido por mandamiento de la Inquisición, que lo había mantenido encerrado hasta el 3 de octubre. Por otro lado –continuó relatando el intérprete–, el inopinado apresamiento había incitado a su sirviente, consciente de la premura inquisitorial, a irse de España por su cuenta, tomando la vía de Cartagena. El 3 de noviembre el comisario avisó de la llegada de Cansino a Málaga, de donde partiría «el lunes siguiente» hacia Orán, con el recado de comunicar al Tribunal, una vez que él estuviera en el presidio y con la mayor brevedad posible, el regreso de Aliatar148. No obstante, este negativo episodio en la vida de Jacob Cansino no rompió sus vínculos con la monarquía hispana y, lejos de disuadirlo de acometer nuevas empresas, 146 Ibidem. 147 AHN, Inquisición, leg. 2631, n.º 91. Carta de 11/9/1646. 148 AHN, Inquisición, leg. 2631, n.º 110. Carta de 13/11/1646. estableció más tratos con ella. Al menos eso cabe deducir de un precepto regio de 9 de marzo de 1647, dirigido al Consejo inquisitorial, por el que se le requería no importunase la estadía de un hebreo que, en nombre de Cansino, había de acudir a la corte para hacer entrega de unas plumas con las que confeccionar los penachos de una librea encargada por el rey. Ahora bien, destacamos que, conforme al tenor del documento, Jacob exigió en este caso valerse de un delegado y, en lugar de asumir personalmente todas las tareas del negocio, prefirió renunciar a aquellas que conllevaban su traslado a España, intuimos que para evitar encontronazos innecesarios con el Santo Oficio que entorpecían, sin duda, su trayectoria económico-social149. Parece que casi una década después, en 1656, el intérprete de Orán retornó a Madrid, mas desconocemos cualquier detalle de esta cuarta –y teóricamente última– visita a tierra hispánica150. Otra familia judeo-oranesa digna de mención por su celebridad y relevancia dentro y fuera de las fronteras ibéricas fue la de los Zaportas, algunos de cuyos miembros pasaron asimismo por el emporio malagueño. De manera similar a lo visto con los Cansino, este segundo linaje gozó de particular notoriedad social, política y económica a través de las funciones que desempeñó en el norte de África especialmente en Orán– y también por sus prestaciones a la corona española. El insigne rabí Jacob Zaportas, por ejemplo, trabajó como diplomático al servicio del rey de Marruecos, quien lo envió en 1649 a España, país al que volvería en el decenio de los sesenta desde su exilio en Génova, como adalid y mediador de los judíos de Orán, a fin de frenar la inminente expulsión de la minoría que se preparaba en el presidio151. Igualmente, otros integrantes del clan, como Isaac, el aludido Yaho o Muxi Zaportas, ejercieron de espías para los españoles en distintos momentos, informándoles de ataques, organización interna o tácticas de represalia entre los enemigos islámicos de la 149 AHN, Inquisición, lib. 536, fol. 124. Cfr. DOMÍNGUEZ ORTIZ, A., «“Judíos de nación y…», pág. 244. 150 El dato es recogido por YERUSHALMI, Y. H., op. cit., pág. 96. 151 LÓPEZ BELINCHÓN, B. J., op. cit., pág. 78. CARO BAROJA, J., op. cit., vol. I, pág. 232. Autores como Heinrich Graetz (Geschichte der Juden von den ältesten Zeiten bis auf die Gegenwart), Yosef Hayin Yersushalmi (De la corte española al gueto italiano. Marranismo y judaísmo en la España del XVII. El caso Isaac Cardoso) o Bernardo José López Belinchón («Aventureros, negociantes y maestros dogmatizadores. Judíos norteafricanos y judeoconversos ibéricos en la España del siglo XVII») identifican a este Jacob Zaportas con Yaho Zaportas, xeque de la judería oranesa e intérprete de lengua arábiga desde 1633, al que páginas atrás nos referíamos.
134 Ibidem, pág. 207. 135 Ibidem, pág. 217. CARO BAROJA, J., op. cit., vol. II, págs. 122-123. ROTH, C., Los judíos secretos. Historia de los marranos, Altalena, Madrid, 1979, pág. 67. 136 CARO BAROJA, J., op. cit., vol. I, pág. 301. 137 AHN, Inquisición, leg. 2625, n.º 115. 138 De ser un viaje diferente, cabe la posibilidad de que no se necesitara expedir ningún permiso, ya que, en una carta del doctor Isidoro de San Vicente a la Suprema, este declaraba su presunción sobre la vigencia ilimitada del pasaporte que se otorgó a Jacob en 1634. AHN, Inquisición, leg. 2625, n.º 115. Carta de 28/1/1638.
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